Alcalá la Real es conocida definitivamente por su espectacular fortaleza de la Mota. Pero en el tiempo que esta fue construida, también se construyeron una serie de fortificaciones que ayudaba a controlar el terreno. Estas eran las torres vigías, y de aquellos tiempos aún se pueden ver algunas en mejor o peor estado de conservación. Es por eso que en Alcalá también podemos presumir de atalayas en el entorno.
Vivimos en una ciudad fortificada, eso nos da tranquilidad frente a los ataques que vienen del enemigo. En nuestra ciudad podemos prepararnos a vivir bajo asedio y a responder a los ataques que nos sobrevengan, siempre y cuando tengamos tiempo para prepararnos. Y este tiempo, entre otros, viene dado por la facilidad que tenemos para ver a las tropas contrarias acercándose a nuestro territorio. Cuanto antes las veamos, antes nos preparamos. Es por ello que a lo largo del entorno de nuestra ciudad hay torres vigía.
La previsión. Eso eran las atalayas. Desde su altura, podían controlar mejor los diferentes caminos, y prever mejor si alguien se acercaba al territorio.
Además en su parte superior, podrían encender fuegos para que ya fuera por las llamas o por el humo, pudieran avisar a los vigilantes que había en la Mota y sus cercanías, que alguien se acercaba y que era un momento de emergencia para estar preparados.
Las torres han sobrevivido a su modo al paso de los años. Algunas fueron reconstruidas un poco más tarde de su construcción. En otras, la reconstrucción ha venido en tiempos más recientes. Y otras irremediablemente fueron semi destruidas o destruidas del todo.
En la actualidad se pueden visitar algunas de ellas. Unas son accesibles casi con coche y la gran mayoría se pueden ver tras una caminata más o menos larga.
Algunas de las más conocidas en Alcalá la Real son las de la Dehesilla, la Moraleja, la de la Nava, o la de Charilla.
Si quisieras ver alguna de ellas, una de las recomendaciones sería sin duda la Dehesilla, ya que es de fácil acceso, aunque tiene una pequeña cuesta que hará que la llegada sea aún más valorada. Esta ruta es de unas dos horas aproximadas de duración, y solo por las vistas merecerá la pena.
Desde esta atalaya, también se podría alargar un poco más e ir a la de la Moraleja, al otro lado, dirección Santa Ana. En total las dos atalayas cubren un recorrido de unos 10 kilómetros, en los que se verán diferentes tipos de plantas, cultivos, aves, otras atalayas y por supuesto, la Mota.
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